LA ANOREXIA, UN MENSAJE DEL ACTO A UN DOLOR
Introducción
Las etapas de pubertad y adolescencia se constituye por una serie de cambios, físicos, biológicos y emocionales que hacen más vulnerables a los jóvenes a caer en factores de riesgo que ponga en peligro su salud. Aunado a esto, en la actualidad se vive una realidad llena de consumismo que constantemente satura y exige a los adolescentes ser parte de esto para no ser consumidos por él.
Arminda Aberastury (1988) menciona que los adolescente pasan por diferentes duelos debido a estar en la etapa donde no saben qué pasa con ellos ni quiénes son, ya que no son adultos pero tampoco niños; el duelo por el cuerpo infantil es cuando se sufren muchos cambios confusos que se niega a aceptar, “creando un sentimiento de impotencia frente a esta realidad concreta, que lo lleva a desplazar su rebeldía hacia la esfera del pensamiento” (p. 143).
Otro de los duelos por los que se atraviesa es por la identidad y el rol infantil en el cual “el sujeto sufre un fracaso de personificación y así, el adolescente delega en el grupo gran parte de sus atributos, y en los padres, la mayoría de las obligaciones y responsabilidades” (p. 146-147). En este intento de lidiar con la despersonalización y entablar relaciones con otros que se encuentren dentro del mismo nivel, que puedan comprender lo que vive y siente, entra en la necesidad de realizar diversas acciones, mismas que están en la posibilidad de ser de alto riesgo, para demostrar que cumple con lo necesario para ser parte de ese grupo de iguales.
En una sociedad en donde las redes sociales y el internet son parte indispensable en la vida del adolescente y son el medio más común de comunicación, estos grupos de identificación se pueden agravar ya que se desconoce quién está del otro lado de la pantalla.
Es dentro de la web donde se encuentran páginas y grupos llamados Ana y Mia; de primera instancia pareciera que se hace alusión a nombres de personas, lo cierto es que la temática de estos grupos son la anorexia (Ana) y la bulimia (Mía). En ellos se encuentran técnicas para vomitar, esconder la comida para que los padres no se den cuenta de que no se está comiendo, se comparten experiencias, sentimientos sobre esto y que los motivó a ser parte de esta comunidad que les despersonaliza aún más ya que se omite el nombre y se asume el que representa la acción que llevan a cabo y “suelen estar constituidos por una serie de tomas de posición relacionadas con la identificación personal con dichas identidades. Lo cierto es que, frecuentemente, un número relativamente alto de ellas hace alusión explícitamente a la necesidad de delgadez o al rechazo a engordar” (J. A Campos Rodríguez, 2007, p. 137).
La importancia del cuerpo en este tema no solo es por las repercusiones que existen al estar dentro de estos trastornos alimenticios, sino analizar que al vomitar o no comer se mantiene al cuerpo en una apariencia infantil que coloca al sujeto en una regresión a la infancia y negación al entrar a la siguiente etapa del desarrollo. No obstante, la acción que se lleva a cabo deja mucha trama que deshilar en la cual se da pie a las preguntas, específicamente a la anorexia: ¿qué es eso que se rechaza?, ¿ante qué existe la necesidad de cerrar la boca y, en general, el cuerpo para que no entre?
La anorexia se puede comparar con ciertas adicciones, ya que en ambos casos pasan por el campo del cuerpo. Son formas de escapar de una realidad psíquica que no es agradable y generan cierto placer en algún punto de la acción, pero también es la forma de eliminar aquello que causa dolor emocional al destruir el campo corporal; cuando el cuerpo ya no tiene grasa que quemar empieza a desgastar el músculo hasta agotarlo y que solo quede piel y huesos, lo que provoca fallas orgánicas y con ello la muerte. Esto lleva a la pregunta: ¿qué puede causar tanto dolor como para querer quemarlo y eliminarlo junto con la grasa, el músculo o la vida misma?
Dentro de toda esta acción, que si bien tiene ciertos motivos de identificación, también tiene otros mensajes proyectados, permite rechazar lo dañino. Debe cuestionarse qué es lo que satisface al sujeto, que lo llena de placer y lo deja jugar con el goce dentro de la anorexia.
Pareciera que en estas enfermedades, como lo son las toxicomanías y trastornos alimentarios, no hay beneficios ni ganancias, pero la verdad es otra. Se debe indagar, profundizar y detectar el placer que el sujeto siente al practicar la anorexia, porque es precisamente en donde se encuentra el síntoma con el que se debe trabajar.
La anorexia, un mensaje del acto a un dolor.
Domenico Consenza (2013) menciona que este trastorno alimenticio viene desde la relación inicial en la infancia con el Otro, generalmente con la madre, donde se genera algún tipo de apego de los que hace mención Bowlby; al fragmentarse dicho vínculo se queda un yo resquebrajado que, en el etapa de la adolescencia se manifiesta en una ansiedad que pasa por el campo del cuerpo (p 62). “Es por ello que, ciertamente, la anorexia mental de una hija adolescente ha de leerse también como metáfora de un disfuncionamiento del sistema familiar” (p 68).
Cuando se habla de vínculos no solo se trata de la relación parental, sino también del vínculo que se tiene consigo mismo y la estructura débil o fuerte que tenga según su narcisismo yoico. Las relaciones sociales también se generan desde los imagos paternos y maternos llevados a cabo por las funciones parentales, por lo que parte del rechazo hacia los otros es la forma de expresar el rechazo que se tiene al Otro que desde un inicio invistió el cuerpo, lo erotizó, le introyectó límites y el deseo.
Al rechazar ese alimento está rechazando ese deseo que le da el Otro y, a su vez, su sexualidad. Se rechaza como sujeto sexuado que lo diferencia de lo femenino y lo masculino, y su manera de gozar es quedarse fuera y permanecer de forma asexuada.
“Hasta el hueso” (Noxon, 2017) es una película que trata de “Una joven que debe luchar contra su enfermedad tras ser diagnosticada con anorexia. Tendrá que ser tratada en un centro de rehabilitación, donde conocerá a un doctor con un método poco ortodoxo, quien la ayudará en su dura batalla por elegir la vida” (sensacine.com, 2017).
En esta película se puede apreciar la nula convivencia del padre con la hija, por lo que responsabiliza a su madrastra, la cual se denota como una mujer materialista y culpa constantemente a la madre biológica de la anorexia que sufre la protagonista, esto debido a que, unos años atrás, se aceptó como lesbiana; el único apoyo que realmente recibe es de su hermana.
Desde muy pequeña enfrentó el abandonó: el papá la dejó por otra familia; la mamá por su amiga y así sucesivamente. La forma de manifestar la molestia por la actitud de su familia es la anorexia ya que su cuerpo es tan delgado que la madrastra no soporta verla, mientras que la madre biológica solo llora. Pero no solo le sirve como medio de rechazo hacia el núcleo familiar, sino también hacia el social, ya que cuando un joven de la clínica se le acerca para iniciar una relación con ella ésta se aleja mostrándose agresiva debido a ese sentimiento de abandono y rechazo que se gestó desde niña y fue creciendo por lo que, para evitar ese dolor, prefiere alejar a las personas antes de fraternizar y enfrentar el abandono de nuevo.
Dentro del rol de anorexia en el que vive, al acudir a terapia, el médico le sugiere que si su nombre no le gusta puede cambiarlo, que busque uno con el que se identifique y que solo tenga su historia por lo que cambia su nombre de Ellen a Elay. Este movimiento es significativo ya que deja de llamarse anorexia para tomar un nombre propio, digno de ella, que nadie más le escogió, lo cierto es que el doctor sí influyó.
Cómo avanza la película se ve la relación paternal sobre la que se construye todo lo que deriva en una personalidad resquebrajada, que busca replicar en los que la rodean y luego alejar. No sólo rechaza los alimentos, sino a los seres que se acercan a ella. Para el final de la película, Elay llega a la conclusión de que el tratamiento no es para ella, por lo que se va del internamiento en el que se encuentra y acude a casa de su madre, donde vive con la novia que, lejos de recibirla con amor, la reciben con angustia y rechazo que ella nota y provoca una actitud agresiva.
En un momento amoroso que después de años tienen su madre y ella, La madre le menciona que, le sugirieron darle biberón como si fuera un bebé porque el vínculo está dañado y esa es una forma de repararlo; después de una charla donde se sinceran, Elay acepta la petición de ser alimentada como recién nacida.
Lo trascendental viene a partir de esa escena, después de empezar a entablar comunicación con la mamá, tiene un sueño donde logra observar al joven del cual está enamorada. Elay se ve a ella misma muerta, consumida por la anorexia, se siente mal por los reclamos de su familia, en especial de un miembro específico, que menciona que le enoja que la anorexia le haya quitado la posibilidad de tener una hermana y que la necesita. Se percata de que, aunque aleje a todo el mundo, la que se aleja es ella de sí misma y el sueño solo le hizo darse cuenta que esto tiene solución.
Como conclusión, al reparar eso que tanto rechaza, con lo que ha crecido, vivido y aprendido, se empieza a reestructurar y a resignificar la psique, lo que le permite no sólo subsanar su estado emocional y mejorar la toma de decisiones, sino también empezar a reconstruir su físico y sus relaciones sociales.
Si el vínculo materno sana se reconfigura y transforma paulatinamente el apego desordenado y evitativo que ha desarrollado su personalidad a uno seguro.
Si se observa con atención, cada sujeto es como un juego de ajedrez en el que se necesita demasiada astucia, disciplina y agilidad, en el que cada movimiento es decisorio y puede llevar a que se gane o pierda pero, con la experiencia adquirida y un buen conocimiento aplicado, en especial el de sí mismo; se puede dar un giro al juego y cambiar lo que parecía una derrota segura a una victoria llena de aprendizaje.
Bibliografía:
Aberastury, A., & Knobel, M. (1988). La adolescencia normal. Barcelona, españa: Paidos Educador.
Consenza, D. (2010). Seminario Internacionar. Introducción a la clinica psicoanalitica, de la anorexia, bulimia y obesidad., (pág. 57).
Cosenza., D. (2018). El muro de la anorexia . Barcelona España: RBA Libros.
Noxon, M. (Dirección). (2017). Hasta el hueso [Película]. Estados unidos: Netflix.
Rodríguez, J. M. (2007). ANOREXIA, BULIMIA E INTERNET. APROXIMACIÓN AL FENÓMENO PRO-ANA Y MÍA DESDE LA TEORÍA SUBCULTURAL. Frenia. Revista de historia de la psiquiatria, VII, 137. Recuperado el 2020 de octubre de 04, de http://0-www.revistaaen.es/index.php/frenia/article/view/16440/16285
Sensacine. (05 de octubre de 2020). Obtenido de http://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-245943/
Psic. Susana Flores Cédula: 12143180
Licenciada en psicología por el Centro Universitario Emmanuel Kant con diplomado en psicología laboral así como del diplomado en clínica psicoanalítica por la misma institución, con experiencia en el área clínica en Corazonar AC como tallerista, psicoterapeuta y área administrativa y en consulta privada con enfoque en psicoanalítico con adolescentes, adultos y parejas, en el área laboral con 7 años de experiencia en diferentes puestos administrativos y gerenciales en call center. Con diferentes cursos en diversas instituciones como CIJ, IMSS, UNAM entre otros.
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