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El cuerpo. ¿Biológico, social cultural? ¿psicológico?

Actualizado: 8 mar 2021


“La Iglesia dice: el cuerpo es una culpa.

La ciencia dice: el cuerpo es una máquina.

La publicidad dice: el cuerpo es un negocio.

El cuerpo dice: yo soy una fiesta”.

Eduardo Galeano


Se sabe que el hombre es un ente completamente social, tanto, que para que su crecimiento sea óptimo no sólo debe madurar en el ámbito biológico sino también en el ámbito social. ¿Cómo? Interaccionando con su entorno y por supuesto con otros seres humanos, lo que se conoce como relaciones sociales. El niño que es criado fuera de la cultura nunca podrá ser humano.


¿Con qué elemento el hombre es capaz de interactuar con su medio y con los suyos? La respuesta es: el cuerpo; éste ha sido un objeto que desde los comienzos de la historia se ha utilizado para expresarse, moverse, formarse. Sin embargo, por mucho tiempo, para ciencias que tenían como objeto de estudio al humano y su comportamiento, había sido minimizado.


El cuerpo como objeto de estudio


En las ciencias de la salud como la medicina, el cuerpo ha sido objeto de estudio para comprender cómo funciona y tratar de manera específica sus malestares (lo biológico). Sin embargo, este elemento no fue tomado en cuenta por una ciencia que estudia el comportamiento de las masas y los individuos: las ciencias sociales, en las que el cuerpo está presente siempre. Esto a causa de que la sociología consideraba al cuerpo como un ente biológico pre-social, es decir, que se desarrollaba independiente de los acontecimientos sociales y culturales.


Martínez Barreiro (2004), autora del artículo “La construcción social del cuerpo en las sociedades contemporáneas”, realizó un análisis sobre el cuerpo y su importancia en la cultura y la sociedad. Explica cómo pasó el cuerpo de ser un desconocido para las ciencias sociales a ser un elemento sumamente importante para comprender al humano y su cultura.


La socio-biología considera al cuerpo como “una base biológica y pre social sobre la cual se fundan las superestructuras del yo y de la sociedad” (Ch. Shilling, 1993:43), los constructivistas como Douglas, Foucault, Goffman y Turner, toman al cuerpo como algo que pertenece a la cultura y no una identidad biológica. Desde esta perspectiva, el cuerpo es interpretado culturalmente en todas partes, por lo tanto, la biología no se encuentra excluida de la cultura, sino que está dentro de ella. (Martínez Barreiro, 2004:128)


Tanto la historia como la antropología han servido de testigos para legitimar al cuerpo como objeto de estudio social. Martínez Barreiro anota que el cuerpo tiene una historia, la cual ayuda a respaldarlo como un objeto primordial de la teoría social.


En 1988 Norbert Elias señala que para comprender el cuerpo como hoy lo conocemos, primero debe conocerse su historia:


Examina de qué modo los desarrollos históricos, como la centralización cada vez mayor del poder en manos de un número más reducido de señores […], sirvieron para frenar la violencia entre las personas y los grupos e inducir un mayor control social y una mayor conciencia de uno mismo como “individuo” en un cuerpo. Los nuevos códigos de conducta promovieron la idea de que el propio éxito o fracaso dependían de las buenas maneras. En este aspecto, el cuerpo se muestra como portador de la posición social (Martínez Barreiro, 2004:129).


Acuña Delgado (2001) menciona que los movimientos y actitudes cotidianas, ya sean simples o complejas, son aprendidos culturalmente. Este autor agrega la taxonomía que el mismo Mauss propuso para el mejor entendimiento de las técnicas del cuerpo. Esta taxonomía está ordenada de acuerdo a la evolución de una persona: nacimiento, infancia, adolescencia, y edad adulta:

· Técnicas corporales del nacimiento: las distintas formas de dar a luz, el modo de tomar al recién nacido, de cortar el cordón umbilical y los cuidados posteriores al nacimiento.

· Técnicas de infancia: abarcan todas las técnicas de nutrición, de transporte del niño, de crianza, de destete, aprender a caminar, etcétera.

· Técnicas en la adolescencia: de técnicas de iniciación (ritos) a un posterior desempeño de papeles sociales.

· Técnicas en la edad adulta: técnicas de reposo, de actividad, de cuidados higiénicos, de consumo, de cópula sexual y de cuidados terapéuticos.

El cuerpo se convirtió para los investigadores en un objeto con un valor importante en el desarrollo de los sujetos en las diferentes sociedades. Pero aún queda la duda ¿Qué es cuerpo, un organismo biológico o una construcción social? ¿Existen dos cuerpos diferentes?



Construcción del cuerpo


Si se busca el significado de cuerpo se pueden encontrar múltiples respuestas dependiendo desde dónde el cuerpo sea leído; en este escrito será desde la sociedad, desde la cultura.


Se entenderá como cuerpo físico a ese que la biología define como: un organismo conformado por cabeza, tronco y extremidades (inferiores y superiores); cumple un ciclo biológico natural, existente en todo ser vivo dentro de la naturaleza, es decir, pasa por etapas de crecimiento hasta su deceso: nace, crece, se reproduce y finalmente muere (lo que se conoce coloquialmente como el ciclo de la vida).


El “cuerpo social” es aquel constructo que las culturas tienen sobre lo que el cuerpo “debe ser”. Encontraremos tantas definiciones como culturas haya en los cinco continentes, ya que cada civilización tiene su concepto de cuerpo, que además va cambiando al paso del tiempo. Esas ideas que la sociedad tiene con respecto al cuerpo se internalizan en el sujeto gracias a la interacción con su medio y a las relaciones sociales.


La antropóloga Mary Douglas reconoce la existencia de estos dos cuerpos: el “cuerpo físico” y el “cuerpo social”. Menciona que: “las propiedades fisiológicas del cuerpo son, pues, el punto de partida para la cultura que hace de mediadora y las traduce en símbolos significativos: en un sistema de símbolos naturales” (1998:12 citado por Martínez Barreiro, 2004:130).


El cuerpo biológico y el social son entidades que no pueden ser separadas, sin embargo, una repercute en la otra de una manera despiadada, violenta; uno es una entidad real, el otro sólo es un constructo (lo que conocemos como estándares de belleza, las formas de relación entre el sujeto y su cuerpo) que otorga el medio en el que el sujeto se desarrolla. Es decir, “el cuerpo es un medio de expresión altamente restringido, puesto que está muy mediatizado4 por la cultura y expresa la presión social que tiene que soportar” (Martínez Barreiro, 2004:130).


Para explicarlo de una mejor manera se tomará el ejemplo de Grace Neutral (Dunn, 2014). Es una chica de Londres que realizó documentales acerca de la millonaria industria de la belleza en Corea del Sur, así como sobre el rechazo que se tiene a los tatuajes (ilegales y mal vistos), y presenta lo que es considerado como el cuerpo ideal en ese país. La idea de belleza está representada por las estrellas del Korean Pop (pop coreano): la piel de todo el cuerpo debe ser pálida y sin ninguna imperfección, ojos grandes con doble párpado (tomado de occidente). Para alcanzar esa imagen, la industria de la belleza (make-up) en ese país ha crecido de manera significativa (a tal grado que los productos son deseados prácticamente en casi todo el mundo). Sumado a esto, las cirugías estéticas, que los padres permiten y creen correctas para sus jóvenes hijos. Las cirugías van modificando de manera paulatina a la persona, hasta convertirla en otra muy diferente, sin embargo, esa imagen extraña es aceptada.


En el documental una joven coreana lleva a la protagonista a un recorrido por una rutina normal de belleza, a la que sin importar el costo y el tiempo los y las chicas se someten para ser aceptados, para entrar a ese ideal social del cuerpo. Grace le pregunta “¿Qué sentirías si te quitasen el maquillaje y las cirugías?”, a lo que la chica contesta “I will die” (moriré). Se exhibe la necesidad de modificar el cuerpo al grado de cambiar al individuo por completo, con el fin de alcanzar ese ideal creado por la sociedad en su interpretación de la belleza “perfecta”. Además de este caso se muestra el otro lado de la moneda, aquellos que no siguen ese estándar de belleza: jóvenes, hombres y mujeres con tinta en la piel, es decir, la impureza en la piel. La modificación del cuerpo con cirugías es aceptada, mientras que tener un tatuaje es motivo de marginación, es considerado deshonroso, malo, feo, al grado de que la familia del joven lo desconozca como parte suya, lo desconozca como un hijo(a).


El nerviosismo y el miedo que muestra una chica que por primera vez revela a sus padres los tatuajes que se ha hecho en gran parte de su cuerpo, da cuenta del gran peso que tiene ese modelo de belleza impuesto por la cultura, al grado de que si el sujeto no cumple con esas exigencias, el rechazo de la familia y de la sociedad está asegurado, un rechazo que puede llegar al grado de una muerte simbólica.



David Le Breton (2002) menciona: “el “cuerpo” sólo existe cuando el hombre lo construye culturalmente. El cuerpo sólo cobra sentido con la mirada cultural del hombre”. Desde pequeños reconocemos nuestro cuerpo con la ayuda de otra persona, aprendemos a utilizar nuestro cuerpo imitando siempre a otras personas, y esas otras entidades humanas ya están inmersas en la cultura (y formadas por ésta); y este reconocimiento sigue renovándose, cambiando día a día. Son los otros los que te ayudan al reconocimiento de ti mismo, pero, y a pesar de eso, también son ellos, los otros, los que introducen al sujeto esos ideales del cuerpo que van distorsionando la imagen propia.


El cuerpo es un ente biológico reconstruido por la realidad social de la que el sujeto es parte; “el cuerpo humano es receptor de los acontecimientos sociales y culturales que suceden a su alrededor, y además constituye una unidad biológicamente cambiante que en contacto con su entorno se halla sujeto a significados diversos, importantes para la comunicación social” (Salinas 1994:87 citado por Acuña Delgado, 2001). O como dice el antropólogo Honorio Velasco: “el cuerpo es el primer contacto con el mundo, base de experiencias, herramienta de presentación en la vida cotidiana, la mayor fuente de placer, la llave del fracaso o del éxito” (UNED Documentos, 2012). Es decir, el cuerpo soporta las exigencias del ambiente y sobre todo de la cultura; es con éste que el sujeto interactúa y se desarrolla en su medio, es la carta de presentación con la cual se le juzgará.


Los usos del cuerpo


¿Qué significa la palabra uso? el diccionario arroja: “empleo o utilización de una cosa para un fin determinado”. Como sinónimos se encuentran: utilizar, emplear, consumir, dedicar, disponer, manejar, explotar, servirse, valerse, deterioro, desgaste, envejecimiento, decadencia; la descripción perfecta para lo que el cuerpo tiene que pasar en su travesía por la vida.


Entonces, cuando se habla de usos del cuerpo ¿a qué se hace referencia? Las sociedades utilizan al cuerpo para representar todo lo que son o lo que desean ser (mediante creencias, tradiciones e ideología). “El cuerpo, en cualquier sociedad humana, está significativamente presente. Sin embargo, las sociedades pueden elegir entre colocarlo a la sombra o a la luz de la sociabilidad” (Le Breton, 2002:122). Dicho de otra manera, son las sociedades las que con su enseñanza a través del vínculo social, le otorgan al sujeto una forma específica de relacionarse con su cuerpo y con el de los otros. Estas formas de relación se traducen en lo que comúnmente se denomina estándar de belleza, de buenas costumbres y modales, en otras palabras el deber ser y actuar de los sujetos.


La sociedad occidental está basada en un borramiento del cuerpo, en una simbolización particular de sus usos que se traduce por el distanciamiento. En el transcurso de la vida de todos los días, el cuerpo se desvanece. Infinitamente presente en tanto soporte inevitable, la carne del ser-en-el-mundo del hombre está, también, infinitamente ausente de su conciencia. El estado ideal lo alcanza en las sociedades occidentales en las que ocupa el lugar del silencio, de la discreción, del borramiento, incluso del escamoteo ritualizado. Las sociedades occidentales eligieron la distancia y, por lo tanto, privilegiaron la mirada (infra) y, al mismo tiempo, condenaron al olfato, al tacto, al oído e incluso al gusto, a la indigencia (Le Breton, 2002:122-123).


¿A qué se refiere el autor con el borramiento, el distanciamiento, la supresión del cuerpo? Es el pensamiento dualista el que da una visión del ser humano dividido entre mente y cuerpo, siendo este último, como lo describe Páez (2013): “ignorado e incluso despreciado por pensadores que, desde la Grecia clásica hasta la modernidad, preconizaban la superioridad de la razón respecto de la podredumbre y malignidad de la carne”. Es por esto mismo que el cuerpo en las sociedades occidentales es como “si no existiera”, ya que todo aquello que le recuerde al sujeto su naturaleza carnal debe ser y será rechazado, porque los humanos no deben dejarse llevar por instintos sino por la razón. Esto es lo que ha llevado a que el silencio del cuerpo sea un sinónimo de salud/normalidad y el ruido de éste signifique enfermedad/anormalidad.


El cuerpo es el presente-ausente, al mismo tiempo pivote de la inserción del hombre en el tejido del mundo y soporte sine qua non de todas las prácticas sociales; sólo existe, para la conciencia del sujeto, en los momentos en que deja de cumplir con sus funciones habituales, cuando desaparece la rutina de la vida cotidiana o cuando se rompe el silencio de los órganos (Le Breton, 2002:124).


El cuerpo que hace ruido En una sociedad donde el cuerpo debe permanecer en completo silencio, ¿Qué sucede cuando el cuerpo no pasa desapercibido, cuando hace ruido? Hay que recordar que “el hombre es reducido sólo al estado de su cuerpo” (Le Breton, 2002:137) por lo cual, si éste no es como lo marca la sociedad, será eliminado. Se tiene el ejemplo de Corea del Sur, donde la piel tatuada no es aceptada y los sujetos que portan esa mancha son rechazados. Como éste hay muchos otros ejemplos alrededor del mundo. Pero, ¿por qué el rechazo? Le Breton menciona que:


El cuerpo debe pasar desapercibido en el intercambio entre los sujetos […]. Debe subsumirse en los códigos en vigencia y cada uno debe poder encontrar en sus interlocutores, como un espejo, las actitudes corporales propias y una imagen que no lo sorprenda. En este sentido, el que no juega el juego, deliberadamente o no, provoca un profundo malestar. Cuando las referencias de la identificación somática con el otro cesan, se instala el malestar […]. La imposibilidad de identificarse con él (a causa de la enfermedad, del desorden de los gestos, de la vejez, de la “fealdad”, origen cultural o religioso diferente, etc.) es la fuente de todos los prejuicios de una persona. La diferencia se convierte en un estigma más o menos afirmado. A priori, por supuesto, nadie le es hostil ni a los discapacitados ni a los locos, por ejemplo, nadie es indiferente a la suerte de los ancianos y, sin embargo, el aislamiento de que son objeto tanto unos como otros nos habla sobre el difuso malestar que provocan (Le Breton, 2002:134).


Es decir, aquello que distorsione los prejuicios, o bien el pensamiento que se ha construido el sujeto, será extraño, y por lo tanto rechazado pues causa molestia. Para que un niño internalice debe acercarse a aquellos que ya están pervertidos por el sistema; se les enseña lo que está bien y lo que está mal, lo que se considera bello y lo que no, lo que se considera normal y anormal y en nuestra sociedad lo que no es útil, joven y bello, no sirve, no encaja dentro de los ideales.



Los valores cardinales de la modernidad, los que la publicidad antepone, son los de la salud, de la juventud, de la seducción, de la suavidad, de la higiene. Son las piedras angulares del relato moderno sobre el sujeto y su obligada relación con el cuerpo. Pero el hombre no siempre tiene el cuerpo liso y puro de las revistas o de las películas publicitarias, es más, raramente responde a ese modelo (Le Breton, 2002:133).


¿Qué personas no encajan en ese estándar? Tanto Foucault (2007) como Le Breton (2002) distinguen tres figuras que resumen lo que es considerado anormal. Para el primero: monstruo humano, individuo incorregible y el pequeño masturbador. Para el segundo: el discapacitado, el loco y el anciano. ¿Qué tienen en común estas figuras?, ¿Qué es lo que estas figuras muestran a la sociedad que la incómoda tanto?, ¿Qué es lo que se maquilla?


El discapacitado recuerda con una fuerza que se le escapa y que se mantiene con su sola presencia, la precariedad infinita de la existencia y despierta la angustia del cuerpo desmantelado que fue materia prima de muchas pesadillas individuales y de la que no escapa ninguna colectividad humana […]. El discapacitado recuerda la insoportable fragilidad de la condición humana. Lo que la modernidad se niega, obtusamente, a concebir (Le Breton, 2002:137).


La búsqueda incansable de la fuente de la juventud es la que ha llevado a que las sociedades distorsionen el cuerpo real (cuerpo físico) de tal forma que ahora se le perciba como algo inacabado, que necesita cambios, transformaciones y que constantemente está abierto a revisión; todo esto con el fin de evitar lo inevitable: el paso del tiempo. No sólo el discapacitado hace resurgir la condición limitada del humano; también lo es el loco, el cual expone lo reprimido, y el anciano, que muestra que el cuerpo envejece y que pronto sucumbirá al ciclo natural de la vida.


En cuanto al “loco”, es factor de trastorno, es el que perturba los rituales de interacción, promueve el “juego” donde reina la gravedad de la comunicación social. Los poderes que el cuerpo oculta no pueden conjurarse en la ritualización: habla en voz alta de cosas íntimas que usualmente se callan, puede masturbarse ostensiblemente, hacer muecas, provocar, etc. No se le perdona que le dé tanta publicidad al cuerpo17, cuando éste debería desaparecer, discretamente, en la relación social. El “loco” hace resurgir lo reprimido, no sólo el suyo, sino más allá, el del fundamento del intercambio social; muestra que la vida corriente está basada en ritos de evitamiento del cuerpo, que éste no debe ser transparente como materialidad porque puede provocar reprobación (Le Breton, 2002:138).


El loco hace resurgir lo que las sociedades han tratado de ocultar: al cuerpo. Este sujeto sale de las normas de conducta, como el individuo incorregible o el pequeño masturbador, son sujetos que deben ser reparados para que por lo menos estén dentro de lo que se considera normal; es por eso que se les encierra en instituciones que corrijan al hombre y al niño para que así puedan ser incluidos (mas no integrados) a la sociedad sin que causen problemas. Estas figuras son nuestro Lord Henry diciéndonos todo el tiempo “siempre me querrás, siempre me tendrás cariño. Yo represento para ti todos los pecados que no has sido capaz de cometer”. Nos muestran cuán restringido está el cuerpo en la socialización, aun cuando es un elemento importante de comunicación.


El anciano también hace recordar la precariedad de la existencia. Lo único que esperan de ellos es que se “dignen a morir”.


El tiempo ya no le sirve a la experiencia ni a la memoria. Tampoco al cuerpo gastado. El anciano se desliza lentamente fuera del campo simbólico, deroga los valores centrales de la modernidad: la juventud, la seducción, la vitalidad, el trabajo. Es la reencarnación de lo reprimido. Recuerdo de la precariedad y de la fragilidad de la condición humana, es cara de la alteridad absoluta. Imagen intolerable de un envejecimiento que alcanza a todo en una sociedad que tiene el culto de la juventud y que ya no sabe simbolizar el hecho de envejecer o morir. El anciano avanza hacia la muerte y encarna dos innombrables de la modernidad: la vejez y la muerte (Le Breton, 2002:142).



En resumen, el humano es enteramente social, su desarrollo implica lo biológico, pero también implica el crecimiento social y psicológico que es adquirido gracias a las relaciones sociales que de por vida está sujeto el individuo a enfrentar. Y son estas mismas relaciones las que construyen al individuo, pero también lo destruyen.


La moda, los estándares de belleza, la misma belleza va cambiando constantemente, esto hace que el humano se quede rezagado y le sea imposible alcanzar dichos estándares e ideales. El hombre es sometido por el propio hombre, el despiadado contrato que tiene de por vida con la sociedad le cobra un precio difícil de pagar; debe perderse a él mismo para lograr alcanzar las expectativas que se requieren. Y se dificulta aún más esta tarea cuando el cuerpo del sujeto es considerado un obstáculo, un impedimento; ya que este cuerpo deja de ser útil no sólo como fuerza de trabajo, sino también como objeto modificable.


El humano ha luchado y seguirá luchando en contra corriente, no quiere que el curso de la vida siga su camino; el poder lo ciega y con ello reniega lo inevitable y lo evidente: la fragilidad de la que el hombre es presa y por supuesto de la muerte, del olvido. Quiere alcanzar la inmortalidad que él mismo se ha prometido en leyendas y mitos. Y en esta guerra sólo hay una cosa segura: aquí va a haber un muerto.







Psic. Ana Lilia Barrera

Cédula: 11447977

Licenciada en Psicología por el Centro Universitario Emmanuel Kant y diplomada en psicología educativa por la misma institución, con experiencia clínica en la secretaría de mujeres de la ciudad de México, entre otras instituciones y amplia experiencia en consulta privada desde el enfoque en terapia centrada en soluciones y con perspectiva de género.

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